Esto genera una separación entre los ámbitos del hogar y del
trabajo, por lo cual el trabajo de la mujer comienza a verse como una
desviación de la función que se consideraba adecuada para la mujer: ser madre y
esposa.
Por eso, muchas mujeres abandonaban su trabajo cuando se casaban
o cuando nacía su primer hijo.
Las mujeres adultas o con mayores dificultades económicas no
podían abandonar su trabajo en la industria textil, en las minas o en el
servicio doméstico, a pesar de que cobraban salarios muy inferiores a los que
cobraban los hombres.